lunes, 29 de junio de 2009

1998.

Todo era distinto. Había alegría y hacía menos calor en la ciudad.
Mi abuelo, que siempre vestía guayabera y sombrero, me llevó a una pelea de gallos, donde personas eufóricas vociferaban alrededor de una confusión de espuelas y de sangre.
Oscar, mi hermano, forraba las paredes de nuestro cuarto con posters de sus ídolos: Michael Jordan y los Chicago Bulls.
Rafael Caldera alcanzó la decrepitud gobernando al país. Un año más tarde la Cuarta República daría paso a la Quinta, que traería consigo algunos sueños renovados, los mismos vicios y la misma carencia de virtudes.
Anhelaba que mi madre llegase del trabajo porque siempre me obsequiaba un par de chocolates cuya envoltura abría con mucho cuidado, procurando no romper las barajitas de animales que traían dentro.
Leía mi primer libro: Casas Muertas, de Miguel Otero Silva. Recuerdo que al final, Rupert, el trinitario, canturreaba una canción:
Sofia, went to Maracaibo.
¡Bye, bye, Sofia!

martes, 23 de junio de 2009

Femina fugit.

Entonces me aferro a ella, porque soy de los que creen que la mujer, como el tiempo y la felicidad, es fugitiva e inabarcable.

Entonces la beso de nuevo y la miro y la muerdo y trato de guardar su olor en mi memoria, por siempre.

Entonces me asaltan dos temores: Uno razonable -el de que se vaya- y otro irrazonable -que se desvanezca-.

domingo, 21 de junio de 2009

Viernes.

Este viernes que pasó, al igual que todos los viernes precedentes del 2009, llegué tarde a la clase de derecho procesal civil. Entré al salón y cerré la puerta despacito, tratando de hacer el menor ruido posible. Fue inútil. Una chica que se hallaba cerca soltó una risita irónica, una especie de "ji, ji, ji" mal disimulado que llamó la atención de la profesora hacia donde yo estaba y que provocó que me lanzara una mirada de reproche. Bajé inconscientemente la cabeza y empecé a buscar un lugar donde sentarme. Vi uno al otro lado del aula y para alcanzarlo tuve que pasar frente a la triste luz blanca proyectada por el vídeo beam, que estaba siendo utilizado por un grupo de conocidos que realizaban una exposición. Mi sombra se proyectó en la pared ocultando por instantes cuatro párrafos que hablaban acerca de los principios probatorios. Dos horas después salí corriendo a comerme algo ya que tenía un hambre insoportable.

Llegué al cafetín y desayuné con Silvia, David y Patricia. Un poco más tarde llegó Carmen contándonos acerca de lo mal que le caía un muchacho llamado Ernesto, que al parecer es el sujeto más infame de toda la escuela de derecho. David añadió que Ernesto es un desgraciado y que su hermana es la chica más fea e infundadamente engreída de la universidad. Me pareció muy cómico lo que dijo, sobre todo cuando noté que Ernesto estaba sentado detrás de nosotros y que seguramente había escuchado lo que habían dicho sobre él.
La conversación continuó y alguien tocó el tema político, tan delicado en el país en estos momentos. Patricia, que antepone a Dios siempre, también lo hizo para expresar su opinión: «¡Dios mío! —decía— ¿a dónde irá a parar este país?». Y como nadie le prestaba atención volvía a exclamar "¡Dios mío!" y realizaba la misma pregunta, hasta que se resignó y dijo, con notable acento marabino, «no sé pa' que pregunto, si ya todo está jodido».
Eventualmente, se fueron todos y solo quedamos Silvia y yo. Silvia me reveló su sueño de viajar a Francia y de como trabajaba para conseguirlo. Me contó que le había dicho a su padre y que él se había negado a pagarle el viaje, argumentando que ella necesitaba más un carro para ir a la universidad. Ella refutó diciéndole que primero prefería andar a pie y desnuda por los Campos Elíseos. Finalmente, me preguntó si creía en el destino. Le contesté que a veces. Tras una breve pausa, agregué que yo no sabía en lo que creía. «Yo tampoco» terminó diciendo ella.

jueves, 18 de junio de 2009

Eterno retorno.

Una octavilla es la mitad de una cuartilla. Una cuartilla es la cuarta parte de un pliego, el pliego equivale a dos folios y sobre folios están escritas las enciclopedias.
Una enciclopedia particular está en una particular biblioteca, de donde es tomada -no sin dificultad- por la fina y pálida mano de un niño particularmente enfermo, que lee en esta tres palabras: Ablución, alquimia y América, en una sucesión que cree mágica y que lo dejará marcado para siempre.
El niño muere y su cuerpo es enterrado en un lugar cualquiera. En un lugar cualquiera cae una semilla de eucalipto que es nutrida, en parte, por los restos del niño. El eucalipto crece y es cortado. De la madera se hace el papel y sobre el papel una pluma enérgica escribe una fórmula matemática que tiempo después se materializará en una bomba, que tiempo después caerá en una ciudad del lejano oriente matando a cientos de personas. Personas que a su vez abonarán con su podredumbre nuevos árboles de los cuales se harán octavillas, cuartillas, pliegos y folios y sobre los cuales plumas enérgicas escribirán fórmulas matemáticas, garabatos y hasta cartas de amor, en el mejor de los casos.
El niño, sin saberlo, y por caprichos del destino o de la casualidad, impulsó el desatinado progreso humano. Hubiera preferido abonar los grandes rosales del día o las tristes azucenas letales de la noche.

miércoles, 17 de junio de 2009

Solo Ellis, que amaba las complejidades...


La conocí hace tres años, más o menos, cuando ambos empezábamos a estudiar leyes. Ella se sentaba en el extremo opuesto de donde yo estaba. Simplemente hermosa, sencilla, misteriosa. Intrigante. Siempre tuve el deseo se besarla. Hace dos días lo hice por primera vez. Ella estaba en mi casa realizando un informe sobre derecho administrativo. Lo hizo mientras yo me quedaba mirándola discretamente, como por accidente. Me dijo que se iba. Le pedí que se quedara un rato más y se quedó un rato más. Luego, dijo de nuevo que se iba, que ya era tarde. La acompañé hasta la puerta. Sabía cual era la llave que abría la puerta, pero fingía no saberlo. Probaba una por una, lentamente, dejando la correcta para el final. De pronto, antes de llegar a la última llave me levanté, tomé su mano y le dije que me acompañara. Caminamos rápidamente hasta mi cuarto, pasé mi mano por detrás de su cuello y la besé.
Yo no pensaba con claridad y ella solo se dejó llevar, creo. Cuando nos acercábamos a la cama me dijo susurrando "detente". Yo no lo hice y continué besándola. Ya estando en la cama me pidió otra vez que me detuviera, con un tono que no había escuchado antes. Como si me exigiera y suplicara al mismo tiempo. Yo me detuve, no podía hacer nada más. Ella se levantó, se miró en el espejo, acomodó su cabello y caminó hasta la puerta. Yo la acompañé. Antes de irse me miró de una forma tan profunda, tan intensa que solo Ellis, que amaba las complejidades, podría describir lo que sentí en ese momento.

lunes, 15 de junio de 2009

Un retour imprévu.


Pensé que nunca más volvería a escribir en este lugar. De hecho, había eliminado Afición al infinito por varias razones; falta de tiempo, aburrimiento y el hecho de que las únicas visitas regulares que tenía provenían de una muy agradable mexicana cuyo nombre era Nohemí, me parece y de un venezolano con ideas suicidas que tenía un blog excelente llamado Grosera Filosofía, que para mi pesar ya no existe. Probablemente, tampoco exista ya ese venezolano, considerando su exacerbado interés en las técnicas suicidas orientales.


No sé con exactitud que motivos me han traído de vuelta. Probablemente cierta nostalgía, cierto anhelo de expresarme o la ineludible necesidad de escribir. Escribir sobre todo. Escribir sobre nada. Inventar. No sé... Quizás la vana esperanza de que alguien entre y lea y que le guste lo que lea.


He perdido la práctica y no estoy seguro de como debo escribir este primer post que se supone debe ser interesante y atractivo. Sé que si pierdo tiempo pensando en como debo hacerlo, en el estilo, en la ortografía y todo lo demás, seguramente termine desanimándome y acostándome a dormir.


Tengo una idea. Escribiré sobre mí y mis circunstancias.


Soy venezolano y vivo en una ciudad llamada Maracaibo. Maracaibo es un lugar bastante caluroso que tiene como único patrimonio natural un lago bastante grande y excesivamente contaminado. Sobre el lago está construido un puente que es capaz de avivar en los marabinos los sentimientos más notálgicos y melancólicos que puedan imaginar. Sin embargo, ese puente es arquitectónicamente irrelevante y del lago emana un olor fétido producido por un extraño género de plantas que pulula en sus aguas.


Tengo 20 años (los cumplí ayer, de hecho). Lamento tener 20 años. Me parece una edad tonta. Si. Me gustaría tener 55 o 5. Preferiría ser un viejo con arrugas y cansado de la vida o un niño lleno de esperanzas y carente de preocupaciones. Pero no, tengo 20 años, que es una edad relativamente jodida.

Estudio una carrera que no me gusta y estoy rodeado de un pequeño grupo de amigos, todos buenas personas en mayor o menor medida. David, un homosexual ocurrente, Carmen, que es estudiosa y analítica, Silvia, extremadamente nerviosa y extremadamente sincera. ¿Quién más? Patricia, católica fanática y Sergio, que casi no habla y que tiene una envidiable hablididad para conquistar mujeres. Olvidaba a Bárbara, la mujer que me gusta. Sencilla, hermosa, atea y misteriosa. La conozco desde que estudio primer año de derecho. Me gusta muchísimo. Nunca tuve el valor de decírselo hasta hoy. La besé, incluso.